El concierto de san Ovidio

Mario Gas dirige esta fábula dieciochesca de Buero Vallejo sobre el maltrato insolente a un grupo de ciegos

Foto de marcosGpunto

De vez en cuando es conveniente desempolvar a nuestros clásicos contemporáneos para descubrir si el tiempo los acartona o si permanecen fértiles para aleccionarnos sobre los vicios universales. Si Buero Vallejo quiso zarandear (desde su «posibilismo») al pueblo español en 1962 tomando la prudente distancia de quien nos remite a un acontecimiento ocurrido en París durante 1771; de qué forma debemos observar esta fábula para que nos competa de una manera similar. En este sentido, nuestro mundo actual ha cambiado tanto desde aquellas, que las mofas pueden ser tan brutales como desproporcionadas sus reprimendas. En el presente los extremos se tocan y por ello es necesario superar el plano simbólico de esta función para encontrar asideros fundamentales sobre la bondad, la solidaridad y la búsqueda del conocimiento como camino a la libertad, es decir, la ilustración. Sigue leyendo

La cocina

Sergio Peris-Mencheta comanda un montaje grandioso sobre la Europa convulsa de los años cincuenta

Foto de marcosGpunto
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La Bestia, igual que el Leviatán de Hobbes, es un mini-estado en forma de cocina, donde todos sus habitantes deben cumplir con las reglas que han aceptado para que sea posible alcanzar la armonía. Sergio Peris-Mencheta, con sus 41 años, se juega, con esta oportunidad que le ha brindado el Centro Dramático Nacional, obtener un prestigio que lo lleve a la élite española de la dirección escénica. Desde mi punto de vista, antes de analizar el resto de elementos, el madrileño ha logrado dar un aldabonazo con esta propuesta tan ambiciosa y tan sugerente. Ha sabido plasmar con maestría ese espíritu inasible del perspectivismo, de la amalgama que forman toda una serie de personajes muy distintos que se van compactando a través de la angustia vital, la esperanza ensoñadora y la perceptible alienación. Nos encontramos en Londres, el 8 de agosto de 1953, el día que los germanos verían condonada parte de la deuda contraída por aquel doloroso y humillante Tratado de Versalles, y las posteriores condenas. Mangolis, un pinche chipriota, el trabajador más joven de todos, un tipo vitalista, sin el peso de la tradición y la amargura sobre sus hombros, una especie de símbolo conciliador de los nuevos tiempos, es el primero en llegar al curro del Marango’s. Sigue leyendo

Invernadero

Mario Gas monta la célebre obra de Harold Pinter acerca de un inquietante sanatorio

Foto de Ros Ribas
Foto de Ros Ribas

¿No es, acaso, el fin que el mundo hiberne bajo los dictados de los poderosos? No hace falta ningún electroshock, vale con leves dosis de trending topic. Harold Pinter se imaginó una especie de cotolengo o un sanatorio (nada que ver con el de La montaña mágica) que recluyera a toda una serie de burócratas enfermos de su propia maquinaria. Invernadero es una especie de engranaje basado en el control que, auspiciado por la deshumanización del paciente (es designado únicamente a través de un sofisticado código numérico), produce la consiguiente reverberación en sus ejecutores. Nada más comenzar, Gonzalo de Castro, metamorfoseado en el Director Roote, un antiguo militar, desconoce — mientras reclama furibundamente observancia— que uno de los internos ha muerto y que, además, él mismo ha firmado el acta de defunción. Por si esto fuera poco, una mujer ha parido en la propia institución, siendo esta una casquivana conocida por todos (de la que tampoco parece tener noticia). Ambos hechos resultan inéditos. Ahí comienza el discurso paradójico que Gonzalo de Castro emprende con firmeza y enorme vis cómica (un humor inglés pavoroso que, ciertamente, no embelesa a todo el personal), y que arrastrará hasta el final de la obra desencadenando diversas subtramas. Su claro antagonista, Tristán Ulloa, Gibbs, se planta simultáneamente como mano derecha y, de forma torticera, como candidato al puesto de máxima responsabilidad; un ser ordenado, diligente y estrictamente cáustico que va trenzando su maléfico plan entre los efluvios de un ambiente cínico. Sigue leyendo