Desayuna conmigo

Iván Morales firma y dirige esta obra sobre las consecuencias del desamor con un juego de perspectivas para cuatro personajes

Aunque hayan pasado más de siete años desde que Sé de un lugar arribara a Madrid e Iván Morales pusiera su peculiar pica en Flandes, lo cierto es que algunos de los motivos principales de aquella obra se pueden observar en esta nueva propuesta. Además, también conecta con Wasted, el texto de Kate Tempest que el propio dramaturgo dirigió en el Matadero. La desazón, la crisis existencial, el callejón sin salida, la incapacidad para vertebrar un discurso coherente sobre la propia vida con el borbotón de palabras expeliéndose por la boca. La música. Cuatro personajes que configuran una estructura quizás demasiado geométrica y cerrada ―a pesar del interesante perspectivismo―; y en esto el autor parece un tanto arrastrado por las premisas que se ha impuesto. La circularidad hace quebrar parte de la verosimilitud. Nos hace pensar en películas como Closer, de Mike Nichols, y en ese mundo paralelo que se aleja solitariamente de las coordenadas espaciotemporales de la muchedumbre. Individuos que se quieren constituir por sí mismos y que mantienen a sus allegados en una prudencial distancia (a veces lejanía) como si fueran eremitas en una constante prueba de superación para encontrarse. Seguramente, uno de los aspectos más cuestionables de este drama sea la sensación de que todos los papeles tienden a difuminarse en esa masa grumosa en la que caen tantos y tantos urbanitas deprimidos por el fracaso a la hora surfear la ola de la felicidad. Imitar la vida burguesa (incluso aristocrática) supone, en la mayoría de los casos, un derrumbe catastrófico. El quiero y no puedo del hedonismo que niega la contraparte del dolor. Sigue leyendo

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Wasted

Una obra generacional sobre el desencanto de unos jóvenes en el aniversario de su amigo fallecido

Foto de Carlos Rodríguez
Foto de Carlos Rodríguez

En la dialéctica del capitalismo tardío hace ya tiempo que se observan esos arrastres que provocan las crisis en las que una generación es golpeada con mayor virulencia que otras; lo hemos visto en movimientos culturales y políticos desde los años sesenta para acá. París, Londres, Berlín, luego Madrid y, ahora, volvemos con esos gritos de angustia, de indignación y desidia provenientes de veinteañeros (los treintañeros se miran los pies con resignación) que ven truncados sus sueños. Se venden deseos, se incita a la gente a desear a lo grande y parece que cualquiera, más allá de las condiciones materiales con las que cuente o de sus propias aptitudes, debe atreverse a materializar sus sueños, por muy peregrinos que resulten. Aquí, por ejemplo, tenemos a un tío que dice que quiere ser músico, que le mola la música, pero que, evidentemente, no es una pasión desbordante que lo ponga en marcha contra cualquier impedimento; es alguien de esos a los que una idea le ha entrado o le han entrado en la cabeza sin saber muy bien cómo. Oriol Esquerda encarna el papel con un aura de desencanto, de perniciosa apatía que le lleva a perder oportunidades (enamorado de Carlota) y que lo bloquea en el mismo banco de siempre fumando porros, como en un círculo vicioso donde sus fantasías no se transforman en voluntad. Sigue leyendo

Sé de un lugar

Una obra sublime que profundiza en el vacío existencial de una generación en crisis

sé de un lugar

Que una pareja haya discutido y se haya separado no es razón suficiente para cuestionarse la existencia en un mundo que quizás sea más hostil del que se habían imaginado. Sea usted libre, amigo, cuestione la religión, el amor, las relaciones sociales, la cultura que le rodea, imbúyase del espíritu nihilista, vacíese y, luego, pregúntese por la felicidad y por la seguridad, y respóndase sin contravenir sus principios instituidos profundamente. Los dos protagonistas pretenden agarrarse a algo: una vivencia, «la amistad» —se afirma—, una canción (como la que da título a la obra, compuesta por el grupo Triana) a comer y a dormir bien —se propone. Sigue leyendo