El estilo satírico de Íñigo Guardamino se ve atemperado en esta obra familiar con tres generaciones protagonistas

El recorrido dramatúrgico de Íñigo Guardamino es amplio. Su proceloso deambular por los recovecos off (El año que mi corazón se rompió) lo ha ido derivando con pausa hacia las instituciones públicas (Metálica, en el CDN). Su anterior obra, Amarte es un trabajo sucio, se centró en la vida precaria de unos jóvenes y ahora da un giro radical. Sin embargo, perviven sus señas de identidad, esa mezcla de sátira descarnada y drama costumbrista, que suele tener una carga política sobre hechos acuciantes muy pronunciada. Quizás lo más complejo a la hora de aproximarse a las piezas de este dramaturgo sea aceptar los altibajos que se suelen producir cuando algunas escenas bullen en lo humorístico y otras sondean territorios tenebrosos sin tanto apunte gracioso. Sigue leyendo