Matarile sobredimensiona su Trilogía de la fragilidad con un montaje destinado a la pausada interpretación postmontaje

A pesar de las malas sensaciones que me llevé con El diablo en la playa, primera parte de la Trilogía de la fragilidad, acepté que las visiones de Ana Vallés podían encontrar terrenos más fértiles. Desde mi punto de vista, no ha sido así; aunque las consideraciones son algo más positivas. INLOCA posee más sustancia y se propician acciones más sugerentes, y que uno puede recomponer en ese rizoma al que vamos abocados. No obstante, es porfiada la insistencia en el desparrame, en no querer acotar, en confiar en exceso en los hechos por sí mismos y, sobre todo, en el poder revelador de un corolario repleto de citas filosóficas. Sigue leyendo