Oriol Puig Grau dirige su propio texto en el Teatro María Guerrero para situarnos en primera persona en el trastorno de un joven maestro

Pienso en el empleo del abusivo plano secuencia que tanto hoy fascina a los nuevos espectadores cuando lo contemplan en el cine. Es algo teatral. La cuestión es cómo lograr esa inmersión en el discurrir de una dramaturgia. Conseguir el flujo de conciencia y las voces de otros personajes que surgen; aunque no acontezcan en carne y hueso, nos fascine. En alguna medida, con A.K.A., como esa función interpretada soberbiamente por Albert Salazar y que le sirvió para ganar el Max. También quiero pensar en La noche justo antes de los bosques, de Koltès. Con Dibujo de un zorro herido nos situaríamos en un punto intermedio entre lo juvenil e inmaduro y cierta sordidez del hombre solitario que anhela complacerse ansiosamente.
El espectáculo es muy atractivo y puede generar en nosotros la estupefacción surrealista a través del movimiento tan medido y el espacio sonoro de Fernando Epelde, la ciudad ruge; no obstante, uno puede quedar absorbido por el «The Fox in the Snow», de Belle and Sebastian. La escenografía creada por Monica Boromello conjuga los diferentes lugares por donde debemos imaginar al protagonista. Ya sea la cocina del apartamento entremezclada con la sala de profesores o el sofá que igual vale para su piso que para el de sus escarceos. Así, la iluminación de Marc Salicrú es fundamental para trasladarnos con prontitud a cada recoveco o habitáculo y, también, para remarcar el ambiente propicio. De todas formas, es razonable afirmar que a la propuesta le sobran unos quince minutos. Poco antes del final, algunas repeticiones de acciones, ya en sí repetidas, resultan innecesarias.
Oriol Puig Grau ya había presentado en este mismo teatro Karaoke Elusia. Ahora logra un avance en su escritura, mucho más compleja. El engranaje que ha dispuesto supone todo un reto en la dirección, ya que se requieren gestos muy precisos y rápidos. Todo debe concatenarse coreográficamente. Es el tipo de montajes que conviene rodar mucho con el público encima. En cualquier caso, Eric Balbàs recoge y construye su papel con gran entereza para aportarle esos matices de duda y elucubración extravagante. Además, cada vez que se tiene que poner en la posición de todos esos seres que pululan a su alrededor adopta guiños irónicos, caricaturescos que matizan cómicamente el drama. La respiración entrecortada, a veces, es una manera de alentarnos. ¿Qué le ocurre? ¿Por qué es así? Si emprendemos una incursión sicoanalítica, preguntaremos enseguida por qué está solo. Vive con un arquitecto francés con el que habla ese inglés macarrónico que entendemos todos los europeos; sin embargo, dónde están sus amigos, dónde está su familia. Es maestro de infantil y durante un mes realizará una sustitución en una escuela, asumimos que privada, pues en varias ocasiones se va a jugar el despido por su falta de puntualidad. Diríamos que convive con ambivalencia ─algunos padres vivirían con pavor si supieran cómo se desprende de sus amantes de Grindr─ su pasión por la enseñanza y sus desfogues.
Ferran es un treintañero escurridizo que nos embauca, que nos confunde, que nos hace dudar sobre su sensatez. Si no estuviéramos en su visión y lo pudiéramos observar desde fuera, con los ojos de otros, quizás contemplaríamos de modo más preciso que la angustia anida en él, que algunas heridas del pasado lo han marcado para siempre y que no permite que nadie toque su lado izquierdo del cuerpo. Su entrega con los alumnos es definitoria. Su cariño, su cercanía y esa convicción de que son criaturas y que «todo lo que les pasa los cambia, pero tú y yo lo tenemos difícil para ayudarlos porque lo que pasa… tiene consecuencias invisibles». Por eso con Joan, un niño de cinco años muy problemático, que tiene repentidos ataques de ira, entiende que el trato que le den es esencial y que provocará experiencias indelebles. A pesar de ello, hay que reconocer que sus habilidades como docente están en fase de desarrollo. Por eso el enfrentamiento con la responsable, la tal Lourdes, no se hace esperar. Puesto que estamos pululando con alguien que se metamorfosea, que se deja llevar por sus obsesiones nocturnas, hasta el punto de llegar tarde al trabajo varios días.
Al principio, el autorretrato del joven artista Daniel Gómez Mengual lo cautiva tanto que se siente subyugado por él. Pronto, inmiscuyéndose en sus redes descubre que murió no hace mucho en un accidente de tráfico. Había sido alguien con éxito social, que parecía provenir de una familia bien avenida, pues su madre apareció en el periódico. De hecho, Ferran la encontrará por la calle y la obligará torpemente a tomarse un café con él. ¿Es esa su forma de crearse una vida, de imaginarse con un amigo así, yendo a sus fiestas? Seguramente padezca un trastorno de despersonalización o un trastorno de identidad disociativo. Empieza a ser el otro, mientras va borrando a todos esos hombres después de que haya mantenido relaciones sexuales que surgen de improviso a través de la aplicación. Un usar y tirar en toda regla. Ni siquiera alcanza la categoría de ghosting. ¿No fomenta ese comportamiento la sicopatía? Por eso, cuando un compañero del colegio lo invita a su cumpleaños asimilamos todavía más que es un individuo en el desequilibrio permanente, que lucha por agarrarse a situaciones de una manera inconsistente.
En Dibujo de un zorro herido el dramaturgo, definitivamente, consigue que vivifiquemos una sustancia inasible y onírica. Conecta esta perspectiva del yo, de la primera persona atrapada por la ansiedad general, con nuestra contemporaneidad de la gran urbe.
Texto y dirección: Oriol Puig Grau
Reparto: Eric Balbàs
Escenografía: Monica Boromello
Iluminación: Marc Salicrú
Vestuario: Ana López Cobos
Música y espacio sonoro: Fernando Epelde
Coach de acentos: Carlota Gaviño
Ayudante de dirección: Rita Molina Vallicrosa
Ayudante de escenografía y vestuario: Mauro Coll Piotrowski
Estudiantes en prácticas: Melvin Parrales y Alba Vinton
Diseño de cartel: Emilio Lorente
Fotografía: Geraldine Leloutre
Tráiler: Macarena Díaz
Producción: Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero (Madrid)
Hasta el 16 de noviembre de 2025
Calificación: ♦♦♦♦
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