Las bingueras de Eurípides

Las Niñas de Cádiz se empoderan mientras juegan al bingo clandestinamente en un espectáculo divertido; pero menos interesante que su anterior trabajo

Las bingueras de Eurípidez - Foto de Susana Martín
Foto de Susana Martín

Después del exitazo de El viento es salvaje, creo que es justo reconocer que Las bingueras de Eurípides está bastante por debajo. No solo porque repite sin tanta originalidad, ni versatilidad, recursos similares; sino porque su argumento es bastante endeble e insignificante. Por una parte, debemos olvidarnos de cualquier referencia a una tragedia clásica como Las bacantes, ya que apenas identificamos aquí a Dioniso ─reconvertido en Dionisia─.

La propuesta está destinada al divertimento, a la repetición permanente de la chirigota, del guiño procaz, de cante impetuoso, de la carga adrenalínica que tanto enerva al espectador; pero no pasa de ahí. Reconozco que el público disfruta y que jalea al elenco cuando termina la función; no obstante, se echa en falta una mayor elaboración textual por parte de Ana López Segovia. Puesto que mucho me temo que, en nuestro país, a la sombra de La Zaranda, compañía que se empeña frecuentemente en indagar en cuestiones de calado, están surgiendo grupos teatrales que se quedan en el gesto, en el procedimiento, en el tic reconocible que exprimen hasta la saciedad a partir de un carácter. La escuela de Lecoq y Gaulier se perciben de manera profusa, más allá de que se ambiente a la gaditana. A veces le ocurre a Jose Troncoso en sus propios montajes (véase el contraste entre La noria invisible y Los despiertos). Aquí el actor se pinta los mofletes del carnaval y se aniña con un uniforme de guardia civil que es una caricatura inconfundible. Él hace de poli bueno y en los primeros embates demuestra un gran desparpajo. El poli malo es el Suaseneguer, Fernando Cueto, quien da perfectamente el tipo de individuo romo y cuadriculado que debe hacer cumplir la ley, aunque sea sobre delitos de muy baja intensidad. Ya me dirán ustedes hasta dónde nos tenemos que retrotraer para considerar un bingo entre amigas una ilegalidad. A pesar de ello, la normativa marca unos límites muy claros. En cualquier caso, el asunto parece una broma y una mera excusa para que los hombretones parezcan unos siesos, unos insolentes y los culpables de las miserias de aquellas jugonas que han ideado un sistema de lo más sofisticado, a saber, decir «naranja», cuando se tiene línea; y «limón», cuando se alcanza el deseado bingo. Destaca sobremanera la propia López Segovia, quien se encarna en Dionisia para abundar en la lujuria de sus comadres, dirigir el cotarro y potenciar el empoderamiento de esas jugadoras que no paran de quejarse, entre chismorreo y chismorreo, de sus avatares amorosos y sexuales. Amén de poner en solfa a sus maridos. Y entre que viene el sargento y ellas siguen a lo suyo, las escenas se tornan algo repetitivas en ese proceder. Sueltan sus exabruptos y se marcan algunas rimas verdaderamente graciosas y psicalípticas, expresadas con mucho salero, como el que le pone Teresa Quintero (valga mi rima). Contrasta con el papel que interpreta Rocío Segovia, una viuda entristecida que ha descubierto afortunadamente a estas bingueras para que la animen (más se animarán ellas cuando descubran quién es su hijo). Ella les surtirá de sus pastillas «mágicas» ─hasta cajas de cincuenta lleva en el bolso─, unos antidepresivos que las ponen a tono entre lingotazo y lingotazo.  Luego, Alejandra López quien no deja de equivocarse con el código de los cítricos, también tiene sus anécdotas que contar con su aire dicharachero. Todas, desde luego, están estupendas y se entregan con verdadero afán en esa lucha por desempeñarse vitalmente más allá del mandato masculino.

El montaje, como suele ocurrir, apenas emplea unas cuantas sillas de varios estilos ─una de ellas de ruedas─, y poco más. Un trabajo más elaborado se encuentra en el vestuario, pues no faltan detalles que potencian los rasgos eróticos de la gran protagonista o la mezcla de elementos militares que porta su rival. En cualquier caso, se favorece la espontaneidad, que es aquí lo que prima.

En definitiva, un espectáculo popular, que deleita al respetable, porque mantiene una comicidad constante y muy directa; pero creo que en esta ocasión el fondo del tema carece de solidez suficiente.

Las bingueras de Eurípides

Dramaturgia: Ana López Segovia

Dirección: Jose Troncoso

Reparto: Ana López Segovia, Alejandra López, Teresa Quintero / Mer Lozano, Rocío Segovia, Ana López Segovia, Jose Troncoso / José Carlos Fernández y Fernando Cueto.

Ayudante de dirección: Jesús Lavi

Espacio sonoro: Mariano Marín

Iluminación: Agustín Maza

Fotografía escenario y vídeo: Susana Martín / Isa Vicente

Cartel: Gemma Alonso de la Sierra

Comunicación y prensa: CULTPROJECT

Asesoría en producción: Violeta Hernández. LA SUITE

Distribución: César Arias Barrientos

Producción: Las Niñas de Cádiz

Teatro Quique San Francisco (Madrid)

Hasta el 21 de abril de 2024

Calificación: ♦♦

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