#CuandoTúyYo

Crónica de un desencuentro en una propuesta de teatro inmersivo para la celebración de una boda

Por primera vez, aquí no va una crítica completa ―ni siquiera media―. Somos invitados a una boda, ya saben, teatro inmersivo. Así que pasamos directamente al escenario a departir con los familiares y amigos del novio y de la novia, a tomarnos unas copas mientras suenan un par de temas, y una conga «improvisada» va recogiendo a los más entusiastas (los preámbulos han saltado por los aires). Hasta que hace aparición el padrino, el maestro de ceremonias, micrófono en mano. Abrimos el sobre que previamente nos han entregado y sacamos una pegatina con la foto de un personaje famoso (uno distinto cada uno). La cosa ya se pone demasiado participativa para aquellos que, ante todo, deseamos permanecer tranquilos en las butacas ―aunque inquietos intelectualmente―; cuando nos toca buscar a nuestro partenaire. Comienza el movimiento y no parece que haya forma de enmascararse en alguna oscuridad. Y hete aquí que un dj-gurú-zumbadero de Benidorm nos va a diseñar una coreografía para que demostremos nuestras dotes dancísticas (y no han pasado ni veinte minutos). El sudor frío de la tesitura me indica con súbita clarividencia el EXIT, como un ejido de libertad veraniega (fobia a las bodas). Además, ellos mismos te lo indican en el programa de mano: «¿Mientras haya interés, habrá espectáculo?». No me esperaré a que salgan los novios a descuartizarse en esta «Biopsia de un cuento de hadas». Demasiada inmersión para mi carácter. Quizás tuviera «interés», y quien esté dispuesto a entregar su cuerpo a la causa puede encontrar motivos para el disfrute.