La habitación blanca

Josep Maria Miró nos lleva en el Teatro Español a un espacio de expiación para ahondar en la cuestión del acoso escolar

La habitación blanca - FotoLa extrañeza que se consigue en los primeros instantes de esta función, cuando todo lo que sucede no parece más que dirigirnos hacia una atmósfera de cercanía, es lo que logra atraparnos durante la mayor parte del tiempo. Una señora mayor, de pelo cano, una Lola Casamayor que posee un rostro capaz de expresar una ambigüedad natural que encaja excepcionalmente en este prólogo. Un gesto maniqueo de alguien que duda y que nos hace dudar; porque parece una ancianita algo desnortada, solitaria, vagabunda, sin un lugar al que ir. La picaresca de alguien que ha robado en un supermercado y que tiene la capacidad para seducir al segurata. ¿Qué ocurre ahí entre tanto diálogo rayano en el absurdo? Quizás este clima de misterio que el dramaturgo consigue alargar hasta bien avanzada la pieza sea la demostración de su habilidad en la escritura; pero luego uno tendrá la sensación de que la cuestión esencial no deja de ser una reverberación en tres personajes que están esbozados con los rasgos esenciales, que nos valen para hacernos una idea; pero no para profundizar en la complejidad de su personalidad. Sigue leyendo

Islandia

El Teatro María Guerrero acoge esta fábula de estilo dickensiano sobre la crisis económica, firmada por Lluïsa Cunillé

Podríamos afirmar que si alguien presenta un proyecto teatral bajo el binomino Islandia-crisis económica, es muy probable que se imaginara una representación de las transformaciones radicales ―no solo financieras― que se dieron en este pequeño país después de la debacle ocurrida en 2008. Al saber que la obra fue escrita en 2009, entonces, uno tendería a pensar que vaya mala suerte, que ha elegido la nación arruinada que más éxito tuvo en los siguientes años a la hora de recuperarse tras el hundimiento mundial. Bien, pues tras salir de la función, no queda más que creer que efectivamente ha sido Islandia, como podría haber sido cualquier otro lugar afectado, para tomar el punto de partida; porque el desarrollo del montaje vive ajeno a las complejidades bursátiles, a los destrozos sociales, a la sofisticación tecnológica de la actualidad y a una verosímil emulación de nuestro estado contemporáneo. Es verdaderamente sorprendente que una dramaturga veterana como Lluïsa Cunillé haya escrito un texto tan simplón y, lo que es peor, que haya sido alabada por ciertas personalidades del mundillo teatral. Sigue leyendo