Orlando

El estilo del teatro filmado se impone en la dramaturgia contemporánea europea; y una de sus principales artífices, Katie Mitchell, nos ofrece una adaptación de la novela de Virginia Woolf

Orlando - Foto de Stephen Cummiskey
Foto de Stephen Cummiskey

Lo más normal es que Paul B. Preciado se apropie del Orlando, de Woolf, para emprender su autobiografía fílmica en el desarrollo de ese mundo disfórico en el que parece vivir y en el que defiende que deberíamos vivir todos. Una egolatría más que puede tener repercusión en el arte performativo, como un revival setentero, pero que filosóficamente hace aguas, pese a quien le pese.

El Orlando, la novela de 1928, no para de ganar adeptos, no para de resimbolizarse en esta atemorizante disolución queer que están padeciendo las nuevas generaciones en el cuestionamiento de su existencia sexual, mientras las eternas distracciones les provocan ansiedad generalizada. Ya tuvo éxito la versión de Sally Potter con la idónea Tilda Swinton y, bastante después, Guy Cassiers nos aburría hasta la saciedad con su mortuoria monotonía dramatúrgica. Ahora llega Katie Mitchell a desbordarnos con su «mecanismo». Sigue leyendo

Orlando

Guy Cassiers y Katelijne Damen presentan una narración esteticista sobre la novela de Virginia Woolf

Foto de Frieke Janssens
Foto de Frieke Janssens

Resulta ineludible tener en cuenta la versión cinematográfica de Orlando, la obra de Virginia Woolf que pretendía superar ese imponderable literario del tiempo. Sally Potter se atrevió con la adaptación fílmica y no salió mal parada, sobre todo porque contó con la actriz idónea, Tilda Swinton, caracterizada por sus juegos estéticos de androginia. Uno solo puede sentirse intrigado por la forma en la que procederá un dramaturgo a la hora de llevar un texto complejo en el que se emplean varias de las técnicas que popularizaron la novela modernista inglesa. Creo que no hay forma peor de llevar una novela a las tablas que renunciando al lenguaje propio del arte dramático, en este caso a través de la narración. Guy Cassiers como director y Katelijne Damen como adaptadora e intérprete, no solo reducen cuantitativamente la novela de Virginia Woolf, sino que también reducen la expresión al puro cuentacuentos. ¿Qué ganamos los espectadores escuchando a una actriz contándonos una historia que ya existe con todo su aparataje literario? Sigue leyendo