Pablo Remón continúa su andadura dramatúrgica con esta representación sobre la decadencia política en plena meseta castellana
El buen sabor de boca que me había dejado El tratamiento, la obra que hace tan solo unas semanas estrenó Pablo Remón, tenía necesariamente que marcar un fuerte prejuicio a la hora de asimilar su nuevo trabajo. Y hay que reconocer, ya de primeras, que el tono humorístico baja y que la estructura dramática se desvanece en una de las subtramas. Todo ello apreciado dentro de un mundo, un estilo peculiar que convence a un público que va reconociendo las virtudes de este «nuevo» dramaturgo. Los mariachis contiene una virtud extraordinaria plasmada con verdadera sutileza artística, y es haber creado una especie de paralelismo rancio y rural de la supuesta elegancia de los advenedizos urbanos enfangados en las veleidades políticas. Una réplica deshidratada y polvorienta de eso que Sergio del Molino ha bautizado tan exitosamente como «La España vacía». Y el fondo, por lo tanto, va como sigue. Por una parte, conocemos a tres hermanos envueltos en su idiolecto y en la concentración absurda de su microcosmos abultado por ciertas incapacidades para el raciocinio que comparten genéticamente. Sigue leyendo