Los gigantes de la montaña

César Barló ha desplegado toda su dramaturgia por diferentes espacios del Teatro Fernán Gómez para realizar una atrayente versión sobre esta obra de Pirandello

Foto de Bruno Rascão

Debemos congratularnos de que Juan Carlos Pérez de la Fuente haya favorecido el desarrollo de esta propuesta en el amplio y circular hall del Teatro Fernán Gómez. El uso de esos espacios no es novedoso; aunque, curiosamente, en el Teatro Lara, La función por hacer, versión de Seis personajes en busca de autor, que realizó Miguel del Arco, puso en marcha el off en aquel centenario lugar y catapultó a la compañía Kamikaze. Ahora es César Barló, quien procede de ese circuito alternativo, afincado durante gran tiempo en La Puerta Estrecha, el que aborda esta obra inacabada. Teatro dentro del teatro en su expresión del juego. Sigue leyendo

No me olvides

Alfonso Lara nos embarca en un viaje de supervivencia por la Rusia revolucionaria de la mano del cantaor Juan Martínez

Lo de la hibridación entre la literatura y el periodismo, entre la novela y la crónica, viene de lejos. Ahora que es tan habitual la autoficción, conviene recordar, por ejemplo, esta obra de Manuel Chaves Nogales, publicada en 1934, y que relata las peripecias de Juan Martínez, un cantaor, un cabaretero que, con su mujer, la Sole, recorrió parte de Europa, desde París en 1914 hasta vivir desde dentro la Revolución de 1917; cuando no hacía más que buscar un país en paz mientras corría la pólvora de la Gran Guerra. Lo atrayente, desde luego, es la intrahistoria. Seguir los pasos de un tipo (ella se ve arrastrada y se muestra bastante dócil) del que no podemos afirmar que sea un gran artista ―ni siquiera, quizá artista, o todo lo contrario, un grande, pero impotente―, que, como ocurre hoy en día por el mundo con algunos «folclóricos» de cartón piedra, no hace más que ser un suvenir viviente que representa los tópicos culturales de su país para ganarse el pan. Alguien que se adapta, que se metamorfosea, que se camufla y que expele la astucia necesaria para sobrevivir en la hostilidad permanente. Antros de mala muerte, garitos regentados por magnates y por príncipes, restaurantes de alto copete, palacios inconmensurables. Cada dos por tres de la ceca a la meca como dos vagabundos arrastrando el frío en los hombros (detalle estupendo, entre otros, en el vestuario de Guadalupe Valero). Sigue leyendo