Eva Mir propone en el Matadero un conflicto paternofilial en el contexto de una empresa familiar
Foto de Mario Zamora
Últimamente, cada vez que se habla de magnates y su estirpe, de esas nuevas dinastías que van surgiendo en los distintos booms tecnológicos, alguien en la prensa compara su tejido malévolo con la serie Succession, la cual es un tanto rocambolesca. En ella también hay destrozos paternofiliales y luchas fraternales, además, claro, de aniquilaciones emocionales que llevan a la psicopatía. Tan lejos no llega Eva Mir, aunque se ajusta a un esquema habitual en la empresa familiar, más que en la propia parábola bíblica del hijo pródigo. Sigue leyendo →
Eva Carrera y Javier Hernández se ponen al frente de esta inteligente sátira sobre España firmada por Eva Mir
El tema de España nunca termina. Digno del psicoanálisis. El batiburrillo cultural de nuestro país seguramente no sea único, apenas hay que viajar a otras naciones para demostrar que allí también se cuecen habas. En cualquier caso, el español poco viajado y poco leído saca su cornamenta cada día para «enfrentarse» con sus paisanos para exprimir sus diferencias en la suprema similitud acogiéndose a contradicciones abracadabrantes. La derecha y la izquierda son una mezcolanza irrisoria en su estupidez, en su delación de congruencia, en el falseamiento de sus esencias y en la pantomima generalizada de esta supuesta polarización que vivimos, cuando el españolito de turno tiene una vida de lo más corriente y prosaica. Sigue leyendo →
La tristura se acoge a la influencia de Carmen Martín Gaite para elaborar un espectáculo banal en el Teatro Valle-Inclán
Foto de Luz Soria
Tomemos esta función como un segundo episodio de aquel éxito llamado Future Lovers. Si en aquella propuesta la espontaneidad de los jóvenes era apreciable y magnífica, repleta de romanticismo, esta que aquí nos encetan es de una vaguedad, una ñoñería y una insignificancia que ya hay que rechazar de plano. Porque los componentes de La tristura ya nos han dado suficientes muestras de este entontecimiento. Véase, por ejemplo, la obra que Celso Giménez presentó en solitario la temporada anterior: Las niñas zombi. Pero qué decir, por otra parte, de la película de Itsaso Arana, Las chicas están bien, que es otra deambulación, en la línea de lo que hace su colega Jonás Trueba. Que ocurra algo sustancial es puro azar. Sigue leyendo →
Una enorme piscina en el Teatro Valle-Inclán acoge la obra sobre el suicidio que firma la joven dramaturga Eva Mir
Foto de Luz Soria
Pertenece Eva Mir (1996) a una generación de dramaturgos que apuesta por un teatro de la divagación, de la expresión poética, del estatismo teórico, del deambular por las ideas sin atenazarlas, de la distancia irónica que circunda la cuestión central. Arrumbar la trama y disolver el argumento. Que sea «discípula» de María Velasco ―viene a cuento recordar aquí Petite mort―, no debe pasar por alto. Las obras de esta corriente ―encorsetada por la narraturgia―, suelen producir cierto deleite literario cuando se leen, y se saborean las mordaces metáforas sobre la vida contemporánea, y uno puede detenerse en ellas; pero esa disertación en escena, esos monólogos alegóricos son inasibles, y únicamente se pueden pillar al vuelo. La sensación ante tamaña logorrea es de abarullamiento. Las palabras, las frases se compactan en un engrudo. Así ocurre con la protagonista, Berta, de quien sabemos que se ha leído las obras completas de Shakespeare ―lo repite unas cuantas veces. El texto, en general, es felizmente recursivo; y machaconamente repetitivo―, que se dedica a escribir ―podemos tomarla como un trasunto de la dramaturga―, y que un día decidió clavarse un cuchillo para desaparecer de este mundo. Este personaje es, desde el punto de vista del acontecimiento, lo único que me parece interesante; y más me lo parecería si el resto de piezas, de papeles, tuvieran la fuerza o la peculiaridad suficiente como para ofrecer un contrapeso que engrandeciera el conjunto. Sigue leyendo →