El Rey que fue

Els Joglars le hace una semblanza timorata al rey Juan Carlos, con un destacable Ramón Fontseré

El rey que fue - FotoEl vodevil de nuestro monarca en las últimas dos décadas pedía protagonismo en alguna comedia teatral. A falta de un Berlanga, no hubiera estado mal que Els Joglars hubiera afinado con el tono de la farsa y hubiera encontrado un argumento más sugestivo. No se puede sostener que sean equidistantes, más bien, insignificantes; aunque un público tan entregado, tanto a la figura representada como a sus representantes, cualquier guiño hacia un extremo u otro les regocija. Aceptemos que el prólogo es poco fascinante, con unos «moros» limpiando aquí y allá, hablando en árabe, claro, y generando las primeras risas para un montaje naíf, sin pullas desopilantes. Se entiende que esta vaguedad sirva para que sus señorías resuelvan suspender su móvil ─los soniquetes con ciertos espectadores parecen inevitables─. Sigue leyendo

¡Que salga Aristófanes!

La compañía Els Joglars cumple sesenta años sobre los escenarios y lo celebra con un montaje poco atrevido sobre la cultura woke

Retrato por el Fotografo Pablo Lorente
Foto de Pablo Lorente

Debemos tomar este nuevo espectáculo de Els Joglars —en su sexagésimo cumpleaños— como la segunda parte de un díptico que iniciaron con Zenit en 2017. En aquella obra atendían al desbarajuste de los medios de comunicación en relación a la tan traída posverdad. De alguna manera, ¡Que salga Aristófanes! remite a la estupefacción que ciertos ciudadanos están percibiendo sobre el agrietamiento de algunos hechos hasta ahora casi incuestionables. La idea de que todo parece ser relativo, de que todo depende de quien lo observe o de cómo les dicten sus entrañas qué opinar. Igualmente, entonces, porque tampoco ha cambiado apenas la perspectiva y la estética de la compañía, podría criticar aspectos muy similares de aquel montaje en referencia este. Es decir, bien está que alguien, dentro del seguidista y cobarde mundillo teatral actual, que parece no querer salirse ni una coma de su exquisita moralidad creadora, que los ancianos del lugar pongan en solfa las supuestas corrientes sobre, principalmente, la cultura de la cancelación. Pero digamos que, una ridiculización —más que una sátira— a la totalidad de la conocida mundo woke, parece una vía fácil destinada a la risa de tu rebaño. Porque no debemos confundir los fundamentos de algunas políticas o corrientes de pensamiento (loables en muchas de sus concepciones) con los desatinos por los que discurren sus voceros o intérpretes bisoños, quienes suelen descacharrar cualquier viso de sensatez. ¿Acaso no podemos encontrar validez en algunas, incluso muchas, de las propuestas feministas, animalistas, ecologistas o sobre el uso del lenguaje en determinados ámbitos? Creo que es, otra vez, una oportunidad perdida para dar la pelea con la consistencia que se necesita para rebatir la insolencia, la estupidez, la falta de sentido común y las desnortadas teorías que han llevado a cuestionar hechos realmente incontrovertibles como la categoría biológica ‘sexo’ o la obsesión con el heteropatriarcado como chivo expiatorio de cualquier mal, que sitúan los cambios exclusivamente culturales como la pócima mágica para alcanzar el bien. Nos acercamos a ese tenebroso territorio estadounidense, donde muchas escuelas y bastantes universidades son auténticos campos de batalla donde las ideologías de todo cuño quiebran la posibilidad del entendimiento y de la negociación. Parece que ha saltado por los aires esa concepción que Habermas define como «situación ideal de habla». Por todo ello, Els Joglars no puede hacer una satirilla, por muy oportuna que sea, ya que ellos tienen prestigio, y eso supone un colchón suficiente como para no arredrarse. Digamos claramente que han hecho una comedia de cara a su parroquia en la grandiosa Sala Roja de los Teatros del Canal, ni más ni menos. Menudo altavoz como para rascar tan poco. Así es muy fácil ganarse los aplausos. Dicho esto, el oficio pervive y el fundamento esencial del montaje tiene su aquel. Nuevamente, Fontserè se enmascara en don Quijote, por mucho que tome prestado el espíritu de Aristófanes y sus obras, aquellas donde hasta Sócrates, el hombre más sabio, podía ser criticado. El actor tiene sus tics medidos y se mete en el papel hasta sus últimas consecuencias; pero ser un viejo catedrático de Clásicas cuestionado por las formas y los contenidos de sus clases también tiene bastante de individuo pasado de vueltas, que tampoco es capaz de leer el presente y sigue pensando que posee la piedra filosofal, cuando, quizás, lo que atesore sea puro y simple autoritarismo. Los alumnos de hoy pueden ser tan estúpidos como siempre debido a su edad; pero no hay duda de que han ganado muchísimo poder gracias a cambios legislativos y, también, a los tsunamis que se pueden organizar a través de las redes sociales. Esto no quita para que el profesorado haya podido quedarse anquilosado en su incuestionabilidad. Así que podemos considerar lo más descacharrante el hecho de que a este catedrático lo hayan internado en un centro de educación psico-cultural. Algo similar a esos cursillos de nuevas masculinidades, que son «el curar la homosexualidad» de la izquierda wonderful, o sea, maoísmo de manual. Y qué mejor para la cura de este docente enloquecido, que permitirle plasmar una performance sobre las fiestas dionisiacas evocando a Aristófanes y a todos sus personajes. Expresado de esta manera, verdaderamente suena muy bien, y parecería que la confluencia del mundo literario-imaginario con la crítica a la realidad (vuelta con el caballero cervantino) podría llevarnos lejos. Pero el desarrollo de la idea no transcurre con un humor que esté a la altura; porque es demasiado blanco y blando. Si además el recurso fálico es la gran apuesta (el cipote-tótem se pasea con orgullo, pero sin más). A Xevi Vilà y a Angelo Crotti, otros internos, no les queda más remedio que colgarse unas ostentosas vergas cual sátiros juguetones. También está por ahí Dolors Tuneu, como paciente y como musa, para contribuir a la propia performance; aunque careciendo de un papel consistente. Por su parte, Pilar Sáenz, como directora del centro, y Alberto Castrillo-Ferrer, un funcionario que viene a contemplar la susodicha actuación, poseen diálogos más cómicos y absurdos, pues llevan su ideología hasta el esperpento. No es ya que este puritanismo ateo conlleve la implosión de cualquier atisbo de racionalidad, es que termina por dar pena, si no fuera por las consecuencias legales. De este último hay que valorar también su dirección de escena, pues el movimiento del elenco por esas pasarelas que configuran la escenografía de Anna Tusell puntean la función como guiñoles. En definitiva, ¡Que salga Aristófanes! es un ejercicio inane para el cometido que debiera tener, es decir: ser rompedor.

¡Que salga Aristófanes!

Dramaturgia: Els Joglars

Dirección: Ramon Fontserè

Artistas: Ramon Fontserè, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Alberto Castrillo-Ferrer y Angelo Crotti

Dirección de escena: Alberto Castrillo-Ferrer

Asesora artística: Martina Cabanas

Diseño de iluminación: Bernat Jansà

Diseño de vestuario: Pilar Sáenz

Diseño de espacio sonoro: David Angulo

Dirección técnica: Pere Llach

Escenografía: Anna Tusell

Atrezzo: Pere Llach, Gerard Mas

Confección vestuario: Mª Àngels Pladevall, I.T.A.

Sombrerería: Nina Pawlowsky

Producción ejecutiva: Montserrat Arcarons

Distribución: Els Joglars

Prensa y comunicación: Oriol Camprubí

Fotografía: David Ruano Fotografía, Sílvia Pujols Fotografía

Diseño gráfico: Nyam – Agencia Creativa, Manuel Vicente

Una producción de Els Joglars coproducida con la Comunidad de Madrid (Teatros del Canal) y la Generalitat de Catalunya.

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 6 de marzo de 2022

Calificación: ♦♦

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Señor Ruiseñor

Els Joglars plantea una sátira contra ese nacionalismo catalán que los ha vetado a través de la figura del pintor Santiago Rusiñol

Foto de David Ruano

Seguramente la misma queja que se podía argüir de su anterior obra, Zenit, se puede sostener en esta. Si en aquella el tema era el periodismo, en esta es el independentismo catalán. Cuestión demasiado seria esta última, como para que la sátira sea tan blanda. Porque si te metes en esos berenjenales, teniendo en cuenta la historia de Els joglars en su afán por hacer «amigos» y desvelar el pastel en su propia tierra desde hace tanto (unos pioneros a la hora de descubrir quién estaba produciendo los barros que nos han traído estos lodos), lo lógico sería pinchar lo suficiente como para que la crítica provocara el daño pertinente. Desde mi punto de vista, es un planteamiento timorato, y diría que desencantado; tanto en el tono ajustado a la senectud del protagonista, como en la observación del argumento. Es probable que el cansancio del monotema ya no dé ni para andarse con honduras. Pero es que los chistes y las ironías son una sarta de evidencias y de tópicos que hoy en día trufan las redes sociales, las viñetas de los periódicos y los programas dedicados a las parodias; sin ir más lejos, el catalán Polònia o el especial de Navidad de José Mota (con algunas puyas bien logradas para un espacio medido en su mordiente). Sigue leyendo

Zenit

Ramon Fontserè se encarna en un Quijote que quiere luchar por la verdad en el periodismo

Foto de David Ruano

La crisis que vive el periodismo en nuestros días, tanto en el plano material (bajada de ventas de las publicaciones en papel), como en el plano deontológico (la disputa por la audiencia y los lectores está conllevando falta de escrúpulo en el tratamiento de las noticias) ha logrado que el concepto de posverdad se haya convertido en toda una revelación del estado de la cuestión. Es indudable que los cambios que vivimos en la actualidad están absolutamente relacionados con la llegada a nuestra vida cotidiana de unas tecnologías que nos permiten comunicarnos de una forma aparentemente multidireccional, que hasta hace poco era inimaginable. El hecho de que los Joglars se aproximen a este asunto tan candente es en sí un motivo para que nos interesemos en su propuesta; aunque tendremos que determinar si han sido lo suficientemente incisivos, dada la catastrófica situación en la que nos hallamos. Sigue leyendo