La importancia de llamarse Ernesto

David Selvas ha realizado un trabajo fenomenal con su mirada impúdica de esta farsa tan ingeniosa de Oscar Wilde

La importancia de llamarse Ernesto - Foto de Pablo Lorente
Foto de Pablo Lorente

Que hoy en día se nos venda una obra, ya clásica, como esta de Oscar Wilde con temas musicales de por medio, echa para atrás; porque uno piensa que se va a suavizar más un asunto de por sí ya muy superficial —si no rascamos un poco y nos lo traemos al presente—. Pues, todo lo contrario. Poquísimas pegas podría poner a un montaje así, donde funciona, en general, todo. Un gran divertimento, una función sobresaliente y una satisfacción para el intelecto, puesto que no se da puntada sin hilo en las múltiples capas que se entreveran en un texto, que es un zurriagazo a esa burguesía, que ya en los finales del XIX se engrandecía en la estulticia (y más estultos somos ahora que ansiamos ascender a no se sabe dónde, para huir de nuestro vacío existencial). Sigue leyendo

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Tierra de nadie

Lluís Homar y Josep Maria Pou protagonizan en el Matadero (Madrid) Tierra de nadie de Harold Pinter

Tierra de nadieCuando en el centro del escenario destaca una estantería con vasos y botellas de vodka y whisky, un sillón de líneas modernas y apenas unas sillas en un espacio diáfano, nada induce a pensar que allí la confusión, el entramado de memorias agrietadas y la imposición de los orgullos vayan a propiciar un diálogo abstruso e imposible de descifrar en su totalidad. En un principio, el dueño de la casa, interpretado secamente por Josep Maria Pou, y un invitado, por un momento, desconocido, que Lluís Homar conduce con maestría, dándole el ritmo preciso a la obra desde su comienzo y enlazando comentarios y reflexiones por una parte contradictorios, pero, por otra, cargados de autenticidad (tema que sondea la obra en cada parlamento), comienzan a beber amablemente. Dos desconocidos, dos viejos amigos, un burgués y un vagabundo, dos escritores, una historia personal íntima que se va descubriendo es únicamente la superficie. Allí están plantados dos hombres maduros con unos fundamentos incólumes que se irán deconstruyendo en cada trago, en un proceso melopeico henchido de rencores e incapacidades. Sigue leyendo