La compañía Matarile completa su trilogía sobre la fragilidad para configurar una performance repleta de ocurrencias sin ilación

Reconozco abiertamente que mis expectativas sobre lo que me iba a encontrar eran claras. Recibiría más de lo mismo, más aleatoriedad, más gesto vacuo de una compañía, Matarile, a la que no soy capaz de tomarme en serio. Pero, después de El diablo en la playa e INLOCA (algún escena sugerente encontré en esta) había que completar esta Trilogía de la fragilidad. Fráxil. Handle with care (como el aviso en todas esas cajas que vienen con nuestros juguetitos desde allende los mares) es otro de esos artefactos que parecen pergeñarse a través de ocurrencias que se suceden en la vida. Se lee de esto o de aquello, se imagina uno haciendo algo, se piensa que no sé o que aquello, se hace una coctelera y ya tenemos una obra de teatro que presentar en el Matadero. Sigue leyendo

Las propuestas perfiladamente performativas o, al menos, posdramáticas, se fagocitan a sí mismas en la redundancia del acontecimiento en sí. Se imitan, se copian, se repiten, tanto los gestos como los exabruptos, tanto las ironías como los cripticismos. Alimentadas de un mismo humus centrípeto de evidencias que no, de clarividencias. Propuestas jibarizadas por un mundo que se performatiza insaciable desde ese otro mundo, el virtual, que infecta nuestra realidad y nos convierte en esputos que claman por su centro de atención. Ante tal panorama, uno espera algo; para no ser deglutido por el nihil. Si El diablo en la playa es la primera parte de la Trilogía de la fragilidad, hemos de pensar, inicialmente pues, que no se tratará de la fortaleza. 