Electra

Fernanda Orazi utiliza este mito clásico para recrearse en una forma paródica de hacer teatro

Electra - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

¿Y si los clásicos no nos dicen nada? ¿Y si somos incapaces de observar ciertas obras del pasado sin trasladarles la mirada escéptica y desencantada que nos ha impuesto ya definitivamente la posmodernidad? ¿Significa algo para nosotros Electra si esta no provoca la catarsis? Se lleva tanto tiempo estableciendo una perspectiva tan distanciadora, tan irónica y tan lateral sobre obras ya constituidas, que se ha negado el acceso a la verdad en la ficción. Sigue leyendo

La venganza de don Mendo

Una propuesta sin empaque sobre la popular astracanada de Muñoz Seca

Foto de Antonio Castro
Foto de Antonio Castro

Cada poco tiempo es conveniente que los nuevos públicos, las nuevas generaciones, se enfrenten a esas comedias clásicas o, como en este caso, a una astracanada convertida automáticamente en popular. El problema fundamental que nos encontramos con las parodias es la lejanía de lo parodiado; si bien, no es óbice para que funcione el artefacto, sí que es preciso resaltar ciertos aspectos humorísticos para que el verdadero objetivo, consistente en hacer reír, se logre. Está claro que ya no triunfa el teatro poético al estilo de Marquina, con esas obras basadas en hechos históricos (deformados al gusto del patriótico respetable) que tanto abundaban en las tablas de principios del siglo XX, por consiguiente, es necesario buscar otros efectos. Curiosamente, en 1977 se presentó en esta misma sala del Teatro Fernán-Gómez una exitosa puesta en escena de La venganza de don Mendo, dirigida por Gustavo Pérez Puig, a la que podemos acceder a través de internet. Y si antes comentaba que es pertinente revisitar nuestro clásico, también es adecuado comparar e intentar descubrir de qué manera se acogían estos montajes, ya sea desde la creación o desde la recepción. Y lo que se deduce es que la producción llevada a cabo por Salvador Collado y dirigida por Jesús Castejón, en principio, necesita más jolgorio, más exageración, más brío y, principalmente, más ambición escénica. Sigue leyendo