Marta Pazos vuelve a centrarse en la expresión de su estilo para trazar una performance con poca sustancia argumental

Una de las películas más subyugantes de la historia del cine es La pasión de Juana de Arco, de Dreyer. En ella, el cineasta se preocupa, con esos primeros planos tan célebres, de relatar el martirio de la joven con los mínimos elementos, con las fotografías más esenciales y tan verdaderas. Si uno la visiona, además, con la música que compusieron Jesper Kyd, Ole Schmidt, Victor Alix y Léo Pouget, entonces la experiencia estética, efectivamente, te aproximará a esa agonía. Y esto es lo que no consigue Marta Pazos, pues, nuevamente, como hemos podido comprobar en algunos de sus últimos montajes (Comedia sin título, Safo,…) se centra en desarrollar su estilo. Sigue leyendo