Coriolano, después de Shakespeare

Emilio del Valle dirige en el Teatro Bellas Artes una aproximación a este drama político

Coriolano - después de Shakespeare - FotoUn par de versiones sobre el mismo drama shakesperiano llegarán esta temporada. Aquí, la visión de Emilio del Valle y Jorge Muñoz está muy traída a la modernidad, no solo por el juego anacrónico de plantear una democracia en el siglo V a. C. romano; sino por realizar una introspección, con el protagonista, más incisiva y distanciadora, que la promovida por el propio dramaturgo inglés. Es cierto que inicialmente el asunto se dota de un cariz populista poco atractivo, en cuanto que la consignas son obscenas y evidentes. El pueblo pasa hambre y hay disturbios en las calles. Así se nos hace ver en la pantalla, donde aparecen imágenes de la televisión con algunos rótulos que precisan datos sobre la situación del país. Los dos contendientes del debate serán Menenio y Bruta. El primero es un senador que aquí ha sido bastante transformado. No es el viejo sabio amigo de Coriolano, sino un tipo zafio, un político bastante estereotipado, con esos tics propios de los liberales (tirando a libertarios), perteneciente al partido en el poder, que nos «deleita» con una fábula sobre el estómago, sobre cómo este reparte los alimentos a las otras zonas del cuerpo. Pura palabrería. Jorge Muñoz atisba un carácter entre líder maquiavélico con unas pulsiones eróticas que no terminan de encajar demasiado bien en sus embates, y una esperanzadora humildad, quizás debido a la desesperación y el pragmatismo, cuando se ve contra las cuerdas. El actor se ve un poco acogotado por su rival en el ritmo; pero es verdad que, después, sostiene su papel con apostura mientras evidencia la estrategia a seguir en la crisis. La segunda nos deja a Luna Mayo con un brío estupendo (también tomará el violonchelo en un momento determinado). Encaja excelentemente en esa facción de los plebeyos. Es fácil observar en ella el ímpetu de jóvenes izquierdistas de los últimos tiempos con proclamas directas y acusaciones ad hóminem para entresacar los vicios del estado. Entre los dos se establece el contexto más discursivo; porque se ha renunciado a la ambientación bélica, que es lo que debería oler de fondo. Esto hace que la obra se agoste un tanto, se vuelva demasiado estática. Lógico, además, si se han reducido los papeles y se permite mucho más el diálogo. Se intenta remediar esta cadencia con algunas arias de ópera barroca cantadas con gran sentimiento y firmeza por Soledad Vidal. Por otro lado, encarna brevemente a Virgilia, la esposa de nuestro héroe, quien, suponemos, porta a su retoño. Es un cabo suelto, que no se resuelve con precisión. Por otra parte, puede que musicalmente el montaje no termine de concretarse dramatúrgicamente en algo más definido, más envolvente.

Otro empaque posee la madre, Volumnia, uno de esos personajes de mujer dura y de rasgos psicopáticos que podemos asimilar a otras heroínas del teatro isabelino. Lidia Palazuelos ha educado a su hijo para la guerra y para construir una personalidad enfocada en tal cometido. Merece la pena contemplarla en su furia en las escenas de la primera parte, cuando recibe con orgullo las heridas de su vástago. Este, Cayo Marcio, ha conquistado la ciudad de Corioles, y por ello adoptará el sobrenombre de Coriolano. Por esta razón, será propuesto como cónsul, pues resulta el más idóneo para aplacar los ánimos de la muchedumbre hambrienta. Si al principio Gonzalo Hermoso parece un algo descolocado, luego irá ganando mucha credibilidad, tanta que se apodera de la obra absolutamente. Su rechazo de la chusma, de la plebe, lo expulsará de Roma. Él decidirá ponerse de parte de los enemigos, los volscos, para atacar a la gran urbe con todo su genio. Será cuando disfrutemos con la intensidad de sus monólogos epilogales, donde se expresen esas cuitas de una conciencia llena de fragilidades, producto de su crianza repleta de grietas. No hay más que ver cómo la madre es, a la postre, quien consigue dominar su cólera. Que se recalcen las influencias familiares con una ristra de fotografías hogareñas resta elegancia a la propuesta; resulta demasiado prosaico y reiterativo. Contrasta con proyecciones mucho más potentes y llenas de consistencia, como el empleo (intervenido) del Juramento de los Horacios, de Jacques-Louis David, pues la pintura representa el cumplimiento del poder por encima de los sentimientos.

Quizás la conclusión se demore un tanto, una vez se han depurado otras escenas. En cualquier caso, sí que podemos hallar un relato que hoy tiene validez y con el que podemos dialogar.

Coriolano, después de Shakespeare

Dirección: Emilio del Valle

Versión: Jorge Muñoz y Emilio del Valle

Reparto: Gonzalo Hermoso, Jorge Muñoz, Lidia Palazuelos, Luna Mayo y Soledad Vidal

Asistente de dirección: Salva Sanz

Diseño de iluminación: José Manuel Guerra

Espacio escénico: Emilio del Valle

Vestuario y dirección de arte: Ana Rodrigo

Audiovisual y diseño gráfico: Jorge Muñoz

Dirección musical: Montse Muñoz

Producción ejecutiva: A Fuego Lento Gestión y Creación

Distribución: Carlos Carbonell (Crémilo)

Teatro Bellas Artes (Madrid)

Hasta el 1 de septiembre de 2024

Calificación: ♦♦♦

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2 comentarios en “Coriolano, después de Shakespeare

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