Coriolano

Antonio Simón cuenta con un buen elenco para dirigir esta tragedia de Shakespeare en los Teatros del Canal

Coriolano – Foto de Jero Morales

Si a principio de temporada daba cuenta de la versión contemporánea ofrecida por Emilio del Valle, ahora llega la mirada más ajustada al original de Antonio Simón para trazar la biografía de héroe. Ambas propuestas dialogan, en cualquier caso, con nuestro presente. Es fácil encontrar líderes por doquier tan ambiciosos como nuestro protagonista rodeado de grupos igualmente pertinaces. Volvemos a encontrarnos, por lo tanto, con una función que sobresale, ante todo, porque el elenco está configurado por actores y actrices de gran solvencia. Creo que Roberto Enríquez es una estrella de la interpretación teatral que no está considerado como se debe. No hará ni unos meses cuando demostró sus habilidades en Los cuernos de don Friolera. Sigue leyendo

El beso

Isabel Ordaz y Santiago Molero protagonizan este encuentro sorpresivo y romántico sobre el devenir de la vida

Foto de Roberto Carmona

Esta obra que el holandés Ger Thijs estrenó en 2011 es tan sencilla, que uno tiene la sensación de haberla visto cientos de veces en el cine, con pequeñas variaciones. Es, claro, la sencillez de la vida misma, con esa profundidad soterrada que solamente aflora cuando nos salimos del camino marcado o cuando los avatares propios de la existencia humana nos desplazan abruptamente. Lo que ocurre es que, como espectador, las claves de este proceder romántico resultan demasiado manidas e, incluso, por redundancia, artificiosas. Se echa en falta mayor espontaneidad; porque cuesta mucho creer que dos almas que ansían vagar en silencio ―aunque, en el fondo, quieran consuelo y escucha―, se abran de esa manera en tan poco tiempo y, sobre todo, con alguien tan alejado de su carácter. Por eso, creo que existe un público que acogerá con más gusto esta obra que otro. Y aquí la edad importa; porque se necesita gastar suficientes años como para echar la vista atrás y apabullarse con la melancolía, con la nostalgia o, seguramente, con algún que otro arrepentimiento. Y, además, aquí se ve reflejada una clase social ―al menos la de ella― bien avenida (son holandeses, el primerísimo mundo desde casi el inicio de toda esta dialéctica de la modernidad). Nos situamos en la zona montañosa de Limburgo. Sigue leyendo