Fráxil. Handle with care

La compañía Matarile completa su trilogía sobre la fragilidad para configurar una performance repleta de ocurrencias sin ilación

Fráxil - Foto de Manuel G. Vicente
Foto de Manuel G. Vicente

Reconozco abiertamente que mis expectativas sobre lo que me iba a encontrar eran claras. Recibiría más de lo mismo, más aleatoriedad, más gesto vacuo de una compañía, Matarile, a la que no soy capaz de tomarme en serio. Pero, después de El diablo en la playa e INLOCA (algún escena sugerente encontré en esta) había que completar esta Trilogía de la fragilidad. Fráxil. Handle with care (como el aviso en todas esas cajas que vienen con nuestros juguetitos desde allende los mares) es otro de esos artefactos que parecen pergeñarse a través de ocurrencias que se suceden en la vida. Se lee de esto o de aquello, se imagina uno haciendo algo, se piensa que no sé o que aquello, se hace una coctelera y ya tenemos una obra de teatro que presentar en el Matadero. Sigue leyendo

INLOCA

Matarile sobredimensiona su Trilogía de la fragilidad con un montaje destinado a la pausada interpretación postmontaje

INLOCA - Foto de Bárbara Sánchez Palomero
Foto de Bárbara Sánchez Palomero

A pesar de las malas sensaciones que me llevé con El diablo en la playa, primera parte de la Trilogía de la fragilidad, acepté que las visiones de Ana Vallés podían encontrar terrenos más fértiles. Desde mi punto de vista, no ha sido así; aunque las consideraciones son algo más positivas. INLOCA posee más sustancia y se propician acciones más sugerentes, y que uno puede recomponer en ese rizoma al que vamos abocados. No obstante, es porfiada la insistencia en el desparrame, en no querer acotar, en confiar en exceso en los hechos por sí mismos y, sobre todo, en el poder revelador de un corolario repleto de citas filosóficas. Sigue leyendo

El diablo en la playa

El Teatro de La Abadía se abre a la nueva propuesta performativa de Matarile sobre el caos y otros supuestos temas adyacentes

El diablo en el playa - FotoLas propuestas perfiladamente performativas o, al menos, posdramáticas, se fagocitan a sí mismas en la redundancia del acontecimiento en sí. Se imitan, se copian, se repiten, tanto los gestos como los exabruptos, tanto las ironías como los cripticismos. Alimentadas de un mismo humus centrípeto de evidencias que no, de clarividencias. Propuestas jibarizadas por un mundo que se performatiza insaciable desde ese otro mundo, el virtual, que infecta nuestra realidad y nos convierte en esputos que claman por su centro de atención. Ante tal panorama, uno espera algo; para no ser deglutido por el nihil. Si El diablo en la playa es la primera parte de la Trilogía de la fragilidad, hemos de pensar, inicialmente pues, que no se tratará de la fortaleza. Sigue leyendo