Condenada belleza del mundo

Luis Sorolla y Miguel Valentín llevan a escena un cuento de Luis Martín-Santos a través del teatro de objetos

Surge este proyecto en relación a Viaje hasta el límite, que se representa, abajo, en la Sala Principal. Luis Sorolla y Miguel Valentín han ideado un breve (unos cuarenta y cinco minutos de duración) un artefacto con objetos comunes para recrear un cuento de Luis Martín-Santos. Su esposa había fallecido en un accidente doméstico el 3 de marzo de 1963, y el autor, que murió el 20 de enero de 1964, fue invitado por su amigo, el cineasta, Antón Eceiza, a contemplar cómo grababan en Almuécar El próximo otoño. La cinta no se estrenaría hasta 1967. Sigue leyendo

Viaje hasta el límite

La obra teatral del novelista Luis Martín-Santos, influida por el realismo estadounidense, sube al escenario del Teatro Español

Foto de Javier Naval

Es habitual recalcar de las obras narrativas o dramáticas algo así como que «el menos es más». En cuántas podemos detectar que sobra aquí o allá a causa de las reticencias del autor a desprenderse de algo que le ha costado tanto escribir. Sin embargo, para el caso que nos compete, ocurre totalmente lo contrario. ¿Cuánto le faltaría a Viaje hasta el límite para que los cambios no fueran tan abruptos? Es difícil hacerse una idea, pero pongamos tres cuartos de hora para que las tretas y los tratos se maduren, y para que los amores intempestivos no parezcan éxtasis de adolescentes. Por esto, esencialmente, el texto teatral de Luis Martín-Santos no es buena, ya que, como veremos, los personajes no tienen ocasión de redondearse como se requeriría. Sigue leyendo

Tiempo de silencio

El Teatro de La Abadía acoge una adaptación minimalista y lírica sobre la más célebre novela de los años 60

Foto de Sergio Parra

Si algún aspecto ha determinado la presencia en el canon de una de las obras más importantes de la segunda mitad del siglo XX en la literatura española, han sido, sin duda, las virtudes técnicas de la novela que Luis Martín-Santos publicó en 1962. Y esa es la primera cuestión que se debe dirimir a la hora de acercarnos a esta versión teatral (por lo visto, Jesús Fernández-García escribió también una en 1976). ¿Qué justicia literaria se le puede hacer a Tiempo de silencio si no se osa trasladar con procedimientos dramatúrgicos ad hoc las peripecias retóricas del novelista? Quedarnos con el argumento es básicamente lo que hizo Vicente Aranda cuando la llevó al cine en 1986. El escritor se atreve a profundizar en un estilo que se lleva fraguando desde la novelística modernista anglosajona con Joyce (nuestro Ulises no es Tiempo de silencio; en todo caso es Larva, de Julián Ríos) como máximo adalid; pero, además, con Virginia Woolf y, después, con autores americanos como Faulkner, para desembocar en el «Boom» latinoamericano. Hablamos de flujo de conciencia, del empleo casi azaroso de los diferentes narradores, de los saltos en el tiempo adelante y atrás, de la percusión del estilo indirecto libre, del retorcimiento lingüístico extremo con juegos de palabras sumamente crípticos, etc. Sigue leyendo