Rafa Castejón realiza un notable ejercicio de arqueología teatral para redescubrirnos a Francisco Arderíus en el Teatro de la Comedia

Merece la pena ─se hace así en la función que nos compete─ acudir a los orígenes del término bufo. Aprovechemos que el Diccionario Histórico de la Lengua lo recoge. En él se lee: «pieza que tiene carácter cómico o burlesco». Acepción atestiguada desde 1787. Poco nos aclara, desde luego; sin embargo, entendemos perfectamente que es un cúmulo de gestos, de desbarajustes, de carnavaladas, de barroquismos satíricos, de eso que podría ser un sainete de Ramón de la Cruz (traigamos a la memoria La comedia de maravillas), llevado hasta lo grotesco y exagerado para la época. O sea, el XIX. Sigue leyendo