El monólogo de Koltès sobre la vivencia desgarradora de un extranjero vagando por las calles de París
Ni es posible el vagabundeo, ni vivir como un eremita, la calle te deglute para devolverte como un pordiosero. Los últimos setenta avisaban de la hecatombe y París, como Madrid, o cualquier otra capital dejaban fríos los adoquines hasta que no quedaba más remedio que apoyar el culo. Escuchar a este Koltès es imaginarse La Movida, un portal de Malasaña, el caballo en las venas, mientras la fiesta sigue en el amanecer. O es la asfixia actual de las grandes urbes cuando el desfase saturnal de dance, drogas e incipiente resaca no suponen la más mínima catarsis para vidas arrojadas a un ocio incólume y en absoluto resolutivo; apenas anestesia que te disuada momentáneamente de la perpetua desilusión. La noche justo antes de los bosques destila un desgarro existencial que perfectamente se puede asimilar con el roto que llevan encima muchos jóvenes que han vuelto a sufrir, en nuestros días, el desencanto político. O acaso no se encuentra en el texto de Koltès esa acidia post Mayo del 68, como en muchos treintañeros inmersos en el precariado después del 15M. Sigue leyendo