La señorita de Trevélez

Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige una versión extendida de este drama grotesco de Carlos Arniches en el Teatro Fernán Gómez

Foto de Luiscar Cuevas

¿Cómo darle aire renovado a este drama de Arniches sin caer en el rancio costumbrismo? Pues dándole una estética más sofisticada que logre, incluso, aproximarse a la sicodelia de los años sesenta y a esos reconocidos guiños a la película La naranja mecánica, de Stanley Kubrich (no faltan bombines y bastones); aunque de una manera más modesta en la acción, efectivamente. En gran medida, uno se pone en la tesitura de todos esos que han pasado por una residencia de estudiantes y han tenido que pasar el trago de las novatadas, muchas de las cuales han llegado a límites insostenibles. Sigue leyendo

Entre bobos anda el juego

La compañía Noviembre Teatro acierta con una de las comedias de figurón mejor trabadas del dramaturgo Francisco Rojas Zorrilla

Una diversión, un entretenimiento con el jugo de lo excesivo, de la parodia, para sacar a colación aquello de los matrimonios concertados ―generalmente, de alguna manera, siempre ha sido así en la historia―, donde se mercadea con las dotes y las rentas, y se aprovechan la belleza y la astucia ―si se tienen―, para ganar la partida. Comedia de figurón para deleite de un público que es atrapado desde el primer instante, con una cercanía tal del elenco, que lo cierto es que parecen quedarse sin sitio. Y es que, ante todo, son los actores quienes llevan la función hasta el punto propicio para que no decaiga en ningún momento. Principalmente, José Ramón Iglesias, en el papel de don Lucas del Cigarral, el cual se entrega en la gestualidad, en formas de caminar cuasimilitares y en una expresión que acompaña la absurdez e ingenuidad de su discurso hasta la bobería máxima de su conclusión. Eso sí, se nos prepara para que el momento en el que lo conocemos sea de gran comicidad; pues anteriormente, Arturo Querejeta, en el papel de Cabellera, mensajero y criado, ya nos ha dibujado la caricatura de su amo con una templanza irónica sin igual. Ya que ha tenido que acudir a Madrid a recoger a la «elegida», doña Isabel de Peralta. Sigue leyendo