Claudio Tolcachir trae a España su Emilia después del éxito cosechado con La omisión de la familia Coleman
Las sillas sobrevuelan amontonadas sobre un piso en plena mudanza que en sí mismo es un espacio en desarrollo, quebradizo, ruinoso, como sus personajes. Emilia, una de esas señoras que suplen a los padres en las casas de la burguesía y de las familias a las que cuidar a un hijo resulta tedioso, aburrido y agobiante, es una mujer que ha hecho de la crianza de Walter la justificación de su vida. Emilia es Gloria Muñoz (solo la configuración de la mueca de su rostro es suficiente para marcar el tono inicial de la obra) y nos ofrece su memoria, su delicadeza y esa serenidad que abnegadamente no ha sabido transmitir a su muchacho. Puro exceso de amor. Walter, Alfonso Lara, es el encargado de solapar las relaciones, de inventarse un mundo de cariños maduros para el que no está suficientemente preparado. Lara maneja los ritmos con soltura y contención equilibrados, asumiendo que la obra necesita un pilar endeble como el suyo, un fusible que no salte a la primera de cambio y que mantenga al espectador pendiente de las anomalías de su pasado. Sigue leyendo
