Rodrigo García recupera parte de su hálito rompedor para satirizar el mundo de las redes sociales a través de una performance con vigor juvenil

Debería comenzar afirmando que, al salir del Matadero en aquel febrero de 2020, después de haberme sentido como una oveja con tortícolis al contemplar PS/WAM, pensé que Rodrigo García estaba totalmente acabado. Pero resulta que tenemos que tomarlo como una especie de sabio-bufón que sale de su aldea asturiana en la que vive para reírse con total desfachatez de nuestras costumbres y de nuestra abducción. Y no es que esto no lo hubiera hecho antes; sino que él, a punto de los sesenta años, tiene más pujanza, frescura mental y vitriolo que cualquier dramaturgo (y dramaturga) joven con toda su conciencia moral atemorizada, cuando tienen que presentarse ante un público igualmente inquisitorial. Sigue leyendo
