Ánxeles Cuña dirige este poliedro escrito por Roland Schimmelpfennig para mostrar los engranajes de una sociedad alienada

Nuestros sentidos se han visto trastocados en exceso en las últimas décadas. La realidad se compone de múltiples ficciones, retazos de posibilidades e infinitos análisis. El engrudo es inasible. Por ello, las fábulas revisitadas, como esta que nos acontece, pueden generar una dicotomía. Por un lado, pueden simplificar un mundo complejo para que se haga aprehensible; por otro, pueden resultar tan naífs que no se saca nada en claro. Es fácil pensar en obras como El alma buena de Se-Chuan, de Brecht. No solo por todos los efectos de distanciamiento que se proponen en escena, sino por acogerse a esas ideas de circularidad que propenden algunas religiones-filosofías orientales como el budismo. En definitiva, debemos tener cuidado con el maniqueísmo y con cierta infantilización en el trasfondo de algunos de estos relatos que se entrecruzan. Sigue leyendo