Natalia Menéndez se pone al frente de este espectáculo inenarrable sobre la alegría sin motivo en las Naves del Matadero

Uno observa el planeta y repasa las catástrofes, las evidentes y las ocultas, y no para de hallar a todos sus remediadores que, como antes los curanderos, ofrecen sus admoniciones para la consagración de la ingenuidad y el desastre. Si me dicen que este Alegría Station nace de alguna iglesia evangélica, me lo creería a pies juntillas. Si es una de esas alucinaciones de los gabinetes de recursos humanos encontraría firme sentido. Lo que me queda claro es que hacía tiempo que no sentía tanta vergüenza ajena en un teatro. Sigue leyendo