Mireia Gabilondo firma y dirige esta dramedia en el Centro Dramático Nacional para abordar conflictos de salud mental

En la abundancia de obras en las que últimamente está enfrascados los de Tanttaka Teatroa parece que el tono fabulístico con derivas didácticas se asienta de forma imperante. Si hace unas semanas El nadador de aguas abiertas nos daba una lección de amistad y de valentía, la temporada anterior era Del color de la leche, con esa muchacha analfabeta que interpretaba Aitziber Garmendia, donde hallábamos otros ejemplos vitales. Precisamente, esta misma actriz logra con el texto que firma Mireia Gabilondo una actuación espléndida y repleta de dificultades. Sigue leyendo
Para empezar, digamos que Del color de la leche funciona mejor en su puesta en escena que como novela. Esta se ha convertido en casi un bestseller. No me extraña, ya que no solo es breve, sino que está escrita por Nell Leyshon con un artificio que favorece la lectura y que, incluso, podría recomendarse a los adolescentes. Porque entendamos que la verosimilitud es más que cuestionable. Una quinceañera que acaba de aprender a leer y a escribir no solo es capaz de narrar su historia de una manera legible y correcta (pocos errores sintácticos u ortográficos, amén de un vocabulario variado aceptable), sino que llega a usar metáforas (el mismo título referido a su pelo) y otras figuras retóricas que raramente se le pasarían por la cabeza.