La Regenta

La adaptación de la célebre novela de Clarín nos deja un montaje reduccionista y falto de pulsión existencial

La Regenta - Foto de Pedro Gato
Foto de Pedro Gato

No sé cuál debe ser la mejor manera de trasladar a escena en noventa minutos una novela de proporciones considerables; pero esta que ha pergeñado Eduardo Galán es harto conservadora en cuanto a la ambición artística, y no hace, en absoluto, justicia a ciertas técnicas literarias que puso en marcha con excelencia el autor nacido en Zamora (asturiano de adopción). Hablo, por ejemplo, de ese atisbo de monólogo interior que fue el estilo indirecto libre. Aquí se ha optado por el pedagogismo, por la narración que ate cabos, de la conciencia de que muchos bachilleres acudirán con sus profesores al reclamo. O de ese público que ha leído la obra y necesita recordar a este o a aquel personaje. O, directamente, los que solo vieron la conocida serie de televisión con Aitana Sánchez-Gijón y Carmelo Gómez a la cabeza. Sigue leyendo