Fabio Condemi nos entrega una versión de la obra de Pier Paolo Pasolini en un espectáculo demasiado estático

Merece la pena revisitar la adaptación que realizó Guillermo Heras en la Sala Olimpia (ahora Teatro Valle-Inclán) en 1988. Un espectáculo más vigoroso que este que hallamos en los Teatros del Canal y que dirige Fabio Condemi. Demasiado plano, mortecino y poco motivador de todas las reverberaciones que Pasolini pone en juego en su texto. Claro que lo que falla sea hacerle caso al dramaturgo italiano en cuanto a su célebre Manifiesto por un nuevo teatro. Hoy se antoja un tanto caduco, antiespectacular, demasiado «teatro de la palabra». No niego, desde luego, que en el interior de los párrafos no se oculten abstrusas claves que deben desencriptarse; pero la plasmación de las imágenes, que no son pocas, se torna un tanto pacato para una pieza que supera las dos horas (los abandonos fueron constantes). Sigue leyendo