Escena – Fin de temporada 2024-25

Repaso a los espectáculos más sobresalientes de este curso que acaba de finalizar en la esfera teatral

Foto de Jean Louis Fernandez

Que la tendencia conservadora y buscadora de públicos más talluditos y fieles se va imponiendo en la mayoría de los teatros es ya una obviedad. De alguna manera, esta pulsión arrastra también a creadores que estarían dispuestos a arriesgarse más; sin embargo, ven que el propio ambiente lo ha hecho más complicado. Parece que ciertas líneas se van difuminando como, por ejemplo, esas ínfulas juveniles de otros años donde se nos esputaban consignas sobre su sacrosanta identidad; pero con tono victimista y ñoño. Sigue leyendo

Hysteria

Carla Nyman se pone al frente de un montaje surrealista en el Teatro de La Abadía sobre diversos padecimientos siquiátricos de una paciente

Hysteria - Foto de Vanessa -RabadeNo hará más de unos meses, Lola Blasco, con El teatro de las locas, escenificaba las experimentaciones del neurólogo Jean-Martin Charcot. Me faltó locura en aquella; pero es que a esta de Carla Nyman le falta directamente histeria. No es necesario que acudamos a un mamotreto de siquiatría para descubrir efectos de nerviosismo abruptos y toda una gama de comportamientos extemporáneos. ¿O es suficiente con poner luces estroboscópicas y pinchar musicote? ¿Qué sentirá el espectador si de la autora lee: «El Hospital de la Salpêtrière era un infierno femenino. Cuatro mil mujeres incurables o locas o dementes fueron exploradas y exhibidas para mostrar qué era la histeria. Agustina no es una de esas mujeres, o quizás sí» y, luego, nada, ni remotamente, transcurre de eso modo? Sigue leyendo

La profesora

Eduardo Galán ha escrito una obra sobre temas tan dispares como la transexualidad, el edadismo y el nivel sociocultural. Isabel Ordaz y Marcial Álvarez hacen con ello un inverosímil encuentro romántico

La profesora - FotoEn el Teatro Bellas Artes asistimos a una dramedia, esa mezcla de drama y comedia, donde el espectador contempla la seriedad de un conflicto penoso; aunque regresa a su hogar con el alivio del final feliz. La cuestión es que Eduardo Galán ha descompensado tanto esos dos subgéneros que su obra termina en una inverosimilitud evidente. Y es que no puede faltar en un espectáculo contemporáneo el señalamiento de alguno de esos nuevos tabúes o prejuicios (se afirma por ahí), además de, por supuesto, nuestros temas de moda. A saber, por una parte, la transexualidad en la adolescencia. Y, por otro lado, el edadismo y hasta el clasismo. Ahí es nada. Sigue leyendo