Vudú (3318) Blixen

La artista Angélica Liddell alcanza la hondura máxima en este ritual de amor y de muerte en una performance de más de cinco horas

Vudú (3318) Blixen - Luca del PiaNo importan ya los vericuetos que haya atravesado Angélica Liddell en su carrera más que para avisarnos de que, al contrario que muchos otros, es capaz de alcanzar la mayor cota de virtuosismo a una edad madura; aunque con desfachatez juvenil. Uno debe rendirse a ese cosmos tan complejo que elabora, desde tantas tradiciones y con tantos elementos puestos en juego, para que esta misa vudú cumpla su efecto tanto en ella como en nosotros.

Las cinco partes (tantas como horas dura la función) concretan una auténtica unidad; más allá de que podamos perdernos en esa tensión inasible que propician los gestos, las imágenes y, sobre todo, las apariciones de esos extras que ha convocado la artista, que cumplen acciones tan mínimas como esenciales en el ritual.

El primer acto: NO ME ABANDONES, parte de la invocación a la baronesa Karen Blixen (conocida como Isak Dinesen), una mujer autoritaria y diabólica, sifilítica, quien llegó a tener una relación asfixiante con el joven poeta Thorkild Bjørnvig, con quien se llevaba más de 30 años. Debemos, por lo tanto, observar toda la performance como un proceso catártico y, a la vez, demoniaco, donde las prácticas del vudú se imbrican con las católicas en un deseo de expiación y de aniquilación de ese don Juan perpetrador de su desgarro amoroso. El estrafalario cante ─con sus habituales esparajismos y su voz alterada,─ del Ne me quitte pas, de Jacques Brel es una evidencia para su agonía presuicida. Lo clamoroso son sus cuatros imparables poemas cargados de versos malditos, admonitorios y vehementes. Un apóstrofe que la actriz declama con un ritmo que nos apabulla. El odiado amante es vilipendiado: «Te quiero como las vinagreras de Lucifer» (ella misma viste de rojo, en la anticipación del desenlace). El cuadro se compone de un telón azul, que proclama la enfermedad, y un manto de claveles. Unas muchachas cruzan desnudas. Algunas con el rostro ennegrecido. Defenestradas, también, del lecho amatorio. Luego, imitarán la postura de esa pintura invertida de Fragonard, «El columpio», para dar cuenta del ludibrio.

Adopta una posición distinta en el segundo acto: LA HORA LLEGÓ. Afirma: «La escritura es un don que nos dispensan desde el inframundo… El diablo me ha prometido una obra, a cambio debo desear la desgracia de una persona todos los días de mi vida». Quizás sea el más agotador tanto para ella como para nosotros. Excesivamente repetitivo; aunque suponga un punto de máxima expresión por cómo arrastra los versos la actriz; pero de un contenido más prosaico. Nos prepara para la escena más proteica. Fondo azul igual. Una bola de demolición. Fumar un puro (hacia dentro) para invocar a los loas. Degollar una gallina. Una chica y un hombre escenifican diversas posturas para la asfixia. Sin embargo, lo sustancial, insisto, es una recitación, menos vehemente que las anteriores, que sirve para describir con vesania al seductor sicópata: «Estaba vacío, completamente hueco».

Por supuesto, creo que el acto tres ─ASTEROIDE (3318) BLIXEN─ es el que más incide en la deriva surreal del espectáculo, y el que logra imágenes más subyugantes, dignas de David Lynch. Sacos de arroz abiertos a puñaladas ─a continuación, esas puñaladas van contra todos: un niño, un anciano en silla de ruedas junto a joven novia, etc.─ para propiciar que un tipo hoce desesperado y luego las doncellas despelotadas vuelvan a entrar a devorarlo. Comerán estas fideos como parte del ritual. Suena la Sinfonía nº 9, de Hermann Nitsch. Toda esa música de distorsión. Cuando de fondo aparezca un gran telón ensangrentado, además, pensaremos en la obra de este músico y pintor. Un cuadro general sofisticado, repleto de rabia y ansias de venganza, donde unas ancianas, también desnudas, nos pueden hacer pensar en las tres Parcas, diosas del destino. Apenas aquí Liddell hace de oficiante, como hará de manera más acusada en el cuarto acto: NAVIDAD, MADRID, 2022. Se recurre al relato de aquella noticia sobre los chicos que se encontraron muertos (despedazados) en el vertedero de Toledo. Se favorece así la continuidad de la misa negra. Así los diversos ayudantes derraman sobre la cabeza de la chamana leche y vino. Y desuellan una liebre. En cualquier caso, sirve para adentrarnos en un dolor todavía más profundo. La intérprete se acoge, incluso, a cierta serenidad: «Que me fecundaste, de eso estoy segura». La cuestión de la maternidad saca de la protagonista una veta de honroso candor y de impotencia.

Merece la pena detenerse en el 5º acto: A LA MUERTE YO LLAMO. Más de quince minutos a oscuras. Escuchamos su colofón: «A los que no hemos osado traspasar fronteras y transgredir la ley de la vida, ya solo nos queda la palabra, palabras como pistolas…». Hemos pasado del negro anterior, a los cortinajes rojos. Tal y como indica en su testamento ante una auténtica notaria. Y de las 101 salvas que oiremos a continuación. Lo más atrayente es la emotividad a la que se llega definitivamente. Una ironía sencilla después de tanta imagen corrosiva: sobre un ataúd blanco se posa un cuervo y Angélica Liddell se fuma un cigarrillo con una media sonrisa, mientras vibra con «Alegría de vivir», de Ray Heredia (otro maldito).

El conjunto de este Vudú (3318) Blixen es grandioso. La artista consigue aunar los conceptos de amor y de muerte bajo la pulsión romántica. Se inspira en la escritora danesa; pero la sombra de Baudelaire, de Rimbaud e, incluso, de Leopoldo María Panero con Poe se percibe en toda esa emulsión recitativa como un misal. Resulta difícil hoy en día en la escena contemporánea española concebir un atrevimiento mayor que este.

Vudú (3318) Blixen

Texto, dirección, escenografía y vestuario: Angélica Liddell

Intérpretes: Nicolas Chevallier, Ian Gualdani, Angélica Liddell, Borja María López, Mouradi M’Chinda, Gumersindo Puche y Adai Rodríguez

Con la colaboración especial de: David Abad, Yuri Ananiev, Juan Aparicio, Federico Benvenuto y la notaria Belén Mayoral del Barrio

Pareja de baile: Ramón Gavilán y María Rosa Pié

Y también: Rocío Agost, Iris Aguilar, Iona Ballcells, Maribel Benavent, Enara Berrocosa, Iría Fariñas, Ahimsa, Arantxa González, Edgar Leyva, Marina López, María Moguer, Amara Molina, Rocío Muriel, Emma Nievas, Victoria Paniagua, Antonia Peris, María Consuelo Rodríguez, Laura Roura, María Jesús Rubio, Noah Sánchez, Clara Sánchez, Marina Santos, Alma Sokolíková, María Soria, Paula Susavila, Sanna Toivanen, Paula Varela y David Viñas.

Iluminación: Javier Ruiz de Alegría

Sonido: Antonio Navarro

Regiduría: Nicolas Guy Michel Chevallier

Asistente de dirección: Borja López

Director de producción: Gumersindo Puche

En colaboración con: Festival Citemor (Portugal)

Coproducción: Festival Temporada Alta (Girona), Centro de Cultura Contemporánea Condeduque

Centro Conde Duque (Madrid)

Hasta el 11 de febrero de 2024

Calificación: ♦♦♦♦♦

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